sábado, 17 de septiembre de 2011

SANTANDER.- El nuevo edificio de la Fundación Botín. Si, pero no ahí


Indudablemente es una buena noticia para Santander y Cantabria la voluntad de la Fundación Botín de construir un nuevo equipamiento cultural, el denominado Centro Botín de las Artes, que debe situar a la ciudad en la geografía cultural del norte de España, completando el arco atlántico trazado desde Burdeos a Oporto. 



La suma de las voluntades, recursos y esfuerzos de la propia Fundación, volcada históricamente en una intensa labor cultural, del prestigioso arquitecto Renzo Piano, autor de algunos de los centros de arte más interesantes construidos en las últimas décadas, y de Vicente Todolí, brillante apuesta por el futuro desarrollo de la actividad del Centro avalada por su exitosa carrera, garantizan la calidad de una propuesta que debe contribuir a catalizar la actividad cultural y artística de la región, aportando indirectamente otros beneficios sociales y económicos, igual que ha ocurrido en otras ciudades próximas, como Bilbao y Avilés, con los proyectos equiparables del Museo Guggenheim y del Centro Niemeyer.

A la intervención de estos agentes se suma la acción de la sociedad, los ciudadanos de Santander y de la región, que a través de la Administración aportarán los terrenos donde se construirá el Centro, unos terrenos especialmente valiosos por su estratégica posición en un hermoso y delicado entorno.

Contrastando con tantos aspectos positivos, una oscura tramitación del proyecto y la muy discutible ubicación impuesta pueden enturbiar tan ilusionante propuesta. Oscura tramitación porque se está realizando a escondidas de los ciudadanos. Ubicación discutible porque afecta a uno de nuestros espacios más valiosos, un espacio difícilmente mejorable.

En cuanto a la tramitación administrativa, el único documento oficial de este proceso, hasta la fecha, ha sido el Modificado 9 del Plan Especial del Sistema Portuario del Puerto de Santander, sometido al trámite de las consultas ambientales. Este documento adolece de graves defectos: limita su ámbito de actuación al entorno de los muelles de Albareda y Maura sin considerar una imprescindible propuesta global del frente marítimo, no efectúa un análisis riguroso de las posibles alternativas de instalación, plantea una superficie máxima (16.000 metros cuadrados) y una altura (22 metros) de la edificación elevadísimas, no analiza las previsibles incidencias del proyecto sobre el tráfico, reserva un número de plazas de aparcamiento notablemente inferiores a los estándares actuales, no aporta ninguna imagen de la posible volumetría del nuevo edificio que permita entrever su afección en tan delicado lugar e impone el traslado de la Grúa de Piedra, un importante elemento de nuestro patrimonio arqueológico industrial, protegida por el Plan Especial del Sistema General Portuario.

En resumen, el documento no parece ser una propuesta de ordenación sino una justificación de un proyecto que ya está decidido. Así pues, el Modificado 9 del Plan Especial del Sistema Portuario del Puerto de Santander es un documento insuficiente, que no cumple sus objetivos y no parece ser la mejor primera piedra para tan importante edificio.

En cuanto a la ubicación impuesta para el Centro, la elección del solar parece inadecuada y poco justificada por varias razones: porque dado el gran volumen del edificio se va a alterar profundamente la relación de ese fragmento de la ciudad con su bahía y se comprometerá severamente la percepción del conjunto histórico, declarado bien de interés cultural en el año 1985, tanto visual como conceptualmente; y porque implica invertir muchos recursos en un área cuyo gran valor es precisamente su consideración de vacío, como elemento de transición entre la ciudad y la bahía, valor que se recuperaría simplemente con la retirada del cierre que lo delimita.

Es cierto que la línea del mar de la ciudad está pautada por edificios dispuestos casi sobre la lámina de agua, que enriquecen la forma e imagen de la ciudad. Pero esta condición excepcional exige una determinada escala de los edificios, que será sobrepasada por el gran volumen de Centro. El exceso de elementos significativos en un espacio acotado genera ruidos.

Frente a esta ubicación cuando menos arriesgada hay alternativas de localización mucho más plausibles: en el entorno de San Martín o en el Barrio Pesquero existen diversas parcelas donde podría implantarse el Centro. La elección de estos lugares contribuiría a mejorar áreas deterioradas de la ciudad que necesitan claramente una cualificación. Esta estrategia ha sido utilizada con reconocido éxito en otras ciudades de la cornisa cantábrica.

Seguramente el buen oficio de Renzo Piano minimizará en parte estos problemas, con las ideas apuntadas en la prensa de un edificio suspendido, que creará un espacio libre inferior, de discutible uso, y permitirá mantener ciertas vistas entre la ciudad y el mar. Pero, ¿no sería más adecuado que en lugar de que la buena arquitectura se destine a reducir los problemas que plantea una inadecuada localización, se utilicen estos recursos para mejorar otras áreas y ensanchar el centro de la ciudad?




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